El viaje del mapache
La experiencia duró unos veinte minutos. Al principio sólo veía el color que se ve con los ojos cerrados mientras una voz pregrabada nos decía que nos relajáramos y que nos concentrásemos en nuestra respiración. Cuando la voz se acabó empezaron a sonar los cuencos y los triángulos, y en la oscuridad empezaron a aparecer triángulos de colores que, poco a poco, se iban uniendo y formando una imagen.
Un mapache del tamaño de una persona, el mismo mapache que me acompañó en otro viaje que apenas recuerdo en el que bailábamos delante del fuego en un claro de un bosque, bailando sobre un tronco delante de tres personas que tocan música. En un acantilado en el que hay una cueva infinita. Y un bosque. Un enorme, acogedor, frondoso bosque partido en dos por un camino de tierra. En el horizonte se ven montañas que parecen velas recién apagadas o bolas que flotaban en el aire y se han ido derritiendo hacia abajo hasta tocar el suelo. En el centro del bosque un pilar de piedra a la cima del cual se llega caminando, sólo caminando, por una espiral. Arriba espera el mapache invitándome con impaciencia a entrar por una puerta que no debería llevar a ningún sitio. Al otro lado de la puerta, una habitación donde tiembla y baila una bola de carne al ritmo de la música que tocan lo que podrían ser chamanes o sacerdotes. Personas al fin y al cabo. Tengo que volver a mirar al otro lado de la puerta para asegurarme de que no hay nada más en lo alto de la torre, y así es. Sólo el mapache, que insiste en que entre. Bueno, el mapache sabe qué hace. Mejor confiar en él. En esta pintoresca habitación hay, detrás de la bola de carne, una estrecha y oscura puerta de la que sale un larguísimo brazo que también toca música para la bola que baila y tiembla.
Y al entrar por esa estrecha puerta veo el hueco de un ascensor. A los lados hay ventanas esparcidas de forma irregular de las que salen otros largos brazos con distintos instrumentos que siguen tocando la misma música. Cada vez más intensa a medida que voy subiendo, hasta llegar al techo. Y ahí, en el techo, hay un agujero. Y al otro lado del agujero hay un espacio negro lleno de estrellas de las que salen otras estrellas. Estrellas fabricando estrellas. Después de unos cuantos ciclos, de cada estrella sale una serpiente de luz.
Y una de esas serpientes, supongo que mi serpiente, me lleva de repente de vuelta al mundo. En la escena final de este viaje el mapache vuelve a bailar delante de la gente, esta vez acompañado de la serpiente y de las personas que viven dentro de su boca.
Ahora sólo me pregunto qué habría visto si hubiera entrado en la cueva en vez de ir por el bosque.
- El viaje del mapache 1 – Bienvenida. 65 x 54 cm. Óleo sobre lienzo. 125 €.
- El viaje del mapache 2 – Bosque. 65 x 54 cm. Óleo sobre lienzo. 125 €.
- El viaje del mapache 3 – Entrada. 65 x 54 cm. Óleo sobre lienzo. 125 €.
- El viaje del mapache 4 – Recepción. 65 x 54 cm. Óleo sobre lienzo. 125 €.
- El viaje del mapache 5 – Ascensor. 73 x 60 cm. Óleo sobre lienzo. 150 €.
- El viaje del mapache 6 – Motor. 65 x 54 cm. Óleo sobre lienzo. ND.
- El viaje del mapache 7 – Serpiente. 40 x 80 cm. Óleo sobre lienzo. 100 €.
- El viaje del mapache 8 – Regreso. 65 x 54 cm. Óleo sobre lienzo. 125 €.